The Marlton Hotel
www.marltonhotel.com
Un antiguo
albergue barato ha sido transformado por el genial Sean MacPherson –propietario de otros
hoteles emblemáticos de Nueva York- en una especie de Ritz en miniatura.
Entre sus paredes se han alojado personajes de la talla de Jack Kerouac, Maggie Smith o Mickey Rourke, que
ahora se quedarían asombrados con sus 107 magníficas habitaciones repartidas en
nueve plantas, inspiradas en las descripciones que hizo F. Scott Fitzgerald en
“La semilla del diablo”: apliques de latón hechos a mano, cabeceros tapizados
de terciopelo, armarios con alambre de gallinero, artículos de aseo de Coté
Bastide...
En los meses
fríos, en su vestíbulo de madera de roble siempre está la chimenea encendida,
cerca del bar que sirve exquisitos cócteles y café Ferndell de Los Ángeles. Un
pasillo pintado de azul conduce a Margaux, el restaurante, con diseños de Yves
Saint Laurent en las paredes y un relajante patio para el buen tiempo. En resumen, un “baby grand hotel”.
Long Island City, en Queens, a tan sólo una parada
de la estación Grand Central en el tren 7, ha cambiado mucho en los últimos
años. El hotel que ahora abre sus puertas en la esquina de la Avenida 37 y la
Calle 36, es una de sus estrellas, especialmente para la gente joven.
Con sus 122 habitaciones, está ubicado en una
antigua fábrica de papel y muchos de sus elementos de diseño hacen referencia
al pasado del edificio: una máquina de máquina de papel en su restaurante
vegetariano, una enorme torre de libros en la escalera de caracol del vestíbulo,
habitaciones tipo loft con cabeceros hechos de madera maciza…
El resto de la decoración incluye elementos de
todo el mundo: un rickshaw de Tailandia, asientos de una sala de cine de
Camboya, sillas de metal de una escuela de la aldea india, lámparas marroquíes
y alfombras chinas centenarias…
Desde su
entrada se aprecia un aire elegante y muy contemporáneo: ventanas con 25 metros de altura,
cubierta de cristal, techos dorados, suelos de mármol travertino y arte por
doquier como homenaje al pasado del hotel, cuando era un hogar para músicos y
artistas.
Las 208
habitaciones y suites exhiben una paleta sobria de blancos y grises, con libros
de arte, divanes de felpa, maderas lacadas, camas con ropa Duxiana Sferra y tecnología
intuitiva.
Lo que más llama la atención es su servicio de personal shoppers de
Bergdorf Goodman con sólo tocar un botón del teléfono. En la planta baja hay además un
restaurante agradable, también diseñado con enorme acierto por Perkins Eastman.
En una antigua fábrica de sombreros de principios
del siglo XIX, ahora, 197 habitaciones distribuidas en 12 plantas ofrecen un toque
contemporáneo de lo más original. Por ejemplo, cada miembro del personal lleva un alfiler
adornado con una aguja, hilo y tijeras, y las mesas con patas de hierro fundido de las habitaciones imitan a las antiguas máquinas de coser.
Aunque el hotel ocupa un bloque anodino de West 38th Street, su ubicación es privilegiada con Times Square, Bryant Park o el Empire State Building a menos de 10 minutos a pie. Las habitaciones son frescas y acogedoras, con techos altos, mucha luz natural, relucientes pisos de madera, grandes pinturas abstractas, modernas lámparas de pie y hasta artículos de tocador de Le Labo, y albornoces y zapatillas de Frette en el cuarto de baño.
También resultan muy agradables su bar de la
azotea, con vistas al Empire State Building, el bar del vestíbulo Winnie –en honor a
Winifred T. MacDonald , la mujer que dirigía aquí un salón de té durante la época de la Prohibición- y el bistrot americano Parker
& Quinn.
Esta nueva
construcción de 29 pisos, con 240 habitaciones, ofrece unas vistas magníficas de Central Park
y una estética de mediados de siglo. Las habitaciones se caracterizan por sus
maderas cálidas y detalles de cuero, herrajes de bronce, muebles a medida y
enormes ventanas abatibles creadas por los arquitectos y diseñadores del
edificio, Roman & Williams, junto a
la tecnología más puntera.
El conjunto
es bohemio y señorial, con toques muy medidos aquí y allá: un mural de Thomas
Hart Benton en el vestíbulo revestido con tres modalidades de mármol, lámparas
de mesa de tonos fuertes, cuartos de baño con sorprendentes espejos giratorios,
muebles en madera de iroko, latón , aluminio y cuero…
El
restaurante, dirigido por Marc Murphy, tiene algo de estación de tren, mientras
que el bar de la planta superior recuerda al de un aeropuerto, barnizados ambos
espacios con algo de la estética del cine negro.
Se presenta
como un hotel que combina los privilegios de un club privado con las elegantes
comodidades del ambiente refinado hotel. Así, por ejemplo, presta servicios
sin precedentes, como itinerarios personalizados para cada huésped.
Diseñado por
Jeffrey Beers, dispone de 172 habitaciones y de los relajantes bares, "
The Den" y "The Terrace", donde se pueden degustar todo tipo de
bebidas y propuestas culinarias. En todas sus zonas hace un homenaje al pasado
e incorpora una amplia selección de maderas oscuras, mármoles, texturas y
gráficos.
Concebida
como un "hogar lejos del hogar”, se disfruta de batas, cocina a su antojo,
una taza de té o un espresso entregados a
su puerta, reservas en los restaurantes de moda, un yate privado, acceso VIP
en un museo antes de las horas de apertura o cualquier cosa, dentro de lo
razonable, que se nos ocurra. Por la noche, se sirve un "Chocolate
Calming" para facilitar el sueño.
Cautiva a
sus huéspedes con habitaciones inundadas de brillantes colores, ropa de cama
italiana Mascioni, toallas de baño Frette, productos de baño de L' Occitane, televisores
de alta definición inteligentes con sistemas de sonido integrados que se
sincronizan con los dispositivos móviles, amplios armarios y cajones, máquinas
Nespresso en cada habitación…
Cada uno de
los cinco pisos (hay 33 suites en total) muestra una paleta de colores
diferente, que va desde el verde azulado al naranja, orquestados por la
empresa de diseño In Situ que encargó diversas piezas al artista William Engel.
A ello se
suman un jardín en la azotea y dos restaurantes liderados por los chefs Jason
Hicks, Yves Ladot y Robert Aikens. Además, cada huésped recibe un pasaporte de
bienvenida en el check-in que recoge restaurantes específicos, bares, tiendas y
lugares de interés turístico en función de sus preferencias personales.