Hotel Hugo
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El 1 de abril abrió por fin sus puertas este establecimiento de 20 plantas en el SoHo, un rascacielos modesto en altura, con aires italianos, pero que ha diseñado con enorme maestría el famoso arquitecto Marcello Pozzi. El vestíbulo del Hotel Hugo tiene forma de pasillo, con la recepción enclavada frente a una pared transformada en jardín vertical y ambientado con luz de invernadero.
Básicamente, su decoración se articula alrededor
de suelos de mármol italiano en el suelo, paneles de madera de nogal lacado,
paredes de hormigón en bruto… Como si, en cierta forma, su interiorismo no se
quisiera olvidar del pasado industrial del barrio.
Sin embargo, en las 122 habitaciones el efecto que
estos materiales producen es más bien náutico, quizá por las tonalidades azules
de las tapicerías y las maderas relucientes del mobiliario. El recién llegado dispone de otros atractivos,
como un salón con vistas al río Hudosn y al centro de Manhattan, un bar en la
azotea, un excelente restaurante italiano con terraza, y un servicio de Vespas
para los huéspedes.
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Sus 21 pisos, recubiertos de acero y ladrillo, se
levantan en 45 West 38th Street, entre la Quinta y Sexta Avenida, según los planos del arquitecto Peter Poon. Dentro, 180 habitaciones firmadas por el
decorador Glen Coben, todas con diferentes muebles y accesorios (además de
cafetera Nespresso, minibar y acceso gratuito a Internet), hacen de este lugar
“un hotel con una gran personalidad, una forma ecléctica de estar, una acogedora
residencia”, como reza su publicidad.
Tras su
histórica fachada del siglo XIX, el hotel destila una atmósfera muy francesa.
La tienda del vestíbulo podría ser un puesto del famoso mercadillo de
Clignancourt , pero en realidad sus artículos boho-hip proceden de los Hamptons:
pulseras, broches, perfumes… Mientras, el impresionante patio –de hierro forjado y
suelo de baldosas marroquíes- podría pertenecer a una mansión provenzal.
Las
habitaciones estándar y junior suites ocupan los tres primeros pisos, mientras
que en la parte trasera se ubican las suites patio, 15 en total, y algunas con terraza privada. La sensación es de
un "hôtel particulier", muy íntimo, en pleno SoHo.
En la
esquina de Broadway con la calle 50, 21 pisos y 230 habitaciones que dejan con
la boca abierta. Dispone de un cálido vestíbulo, un acogedor restaurante abierto
las 24 horas del día, un bar en la azotea con vistas a la ciudad, un gimnasio a
cielo abierto, una increíble colección de arte con trabajos de Andy Warhol,
Daido Moriyamo , Florian Süssmayr, David LaChapelle, Julian Opie…
Esta marca
holandesa ha logrado crear un oasis en uno de los lugares más caóticos del
mundo y aportarle unos toques divertidos. Aquí, por ejemplo, el personal saluda
a los huéspedes a la entrada, pero han cambiado la recepción tradicional por check-in/check-out
automáticos para evitar esperas innecesarias. Y los empleados son además llamados
“embajadores”, con el único propósito de hacer más cómoda la estancia a los
clientes.
Las
habitaciones sólo son de un tipo, tirando a minimalistas, con cama king-size especialmente
cómoda, edredón y sábanas ultra-suaves, y una tableta que controla las luces,
la temperatura, el reloj despertador, la música y la televisión.
El conjunto
de edificios de ladrillo rojo que abarca toda una manzana de la Avenida 10 de
Manhattan ya no responde a su propósito original como alojamiento para
estudiantes del Seminario Teológico
General. Ahora, sólo los muebles antiguos, cuidadosamente elegidos, rinden
homenaje a su antigüedad, compensados por piezas únicas de fabricación local.
En las 60 habitaciones,
todos los elementos cumplen con su función, como el teléfono antiguo junto a la
cama, que no es un mero adorno y que permite hacer llamadas gratuitas a
cualquier parte del mundo. La impresora del escritorio también invita a los
huéspedes a estampar motivos de tipografía en su papelería, mientras que el minibar se encuentran cervezas, embutidos y quesos hechos por artesanos locales del East
River de Brooklyn.
Este hotel se describe a sí mismo como un "santuario urbano” y sin duda es un lugar tranquilo; quizás la antítesis de la ciudad que nunca duerme. Sin embargo, dispone de un animado bar, el Intelligentsia; un bar de champagne en el jardín trasero; una camioneta Citroen con bebidas junto a la entrada; y motos Cruiser que presta a los huéspedes.
Refleja el bohemio
colorido del Greenwich Village, cuna del expresionismo cultural y la
creatividad. El vestíbulo, con su techo metálico, sus sofás de terciopelo
oscuro y su blanca chimenea marca el tono inconfundiblemente Art Decó (diseñado
por Andrés Escobar & Associates).
Las 113
habitaciones resultan acogedoras y elegantes, con sus espejos y maderas
lacadas, papeles estampados audaces, teléfonos retro y cuartos de baño
revestidos con azulejos blancos y negros y repletos de productos de tocador Bigelow.
El
restaurante del hotel, estilo bar clandestino, sirve además platos originales
(firmados por el chef Kevin Heston), y los martes por la noche incorpora
conciertos de jazz en vivo. Sus servicios se completan con un precioso gimnasio
iluminado como si fuera un spa.
Stonehill &
Taylor se han encargado de la arquitectura y el diseño interior del Nylo Hotel,
en pleno Upper West Side. Para ello, han recurrido a los colores y estilos de
la época del jazz de Nueva York, de los clubes de música y bares clandestinos.
Con esto en mente,
los diseñadores han utilizado paneles de madera tallada en la sala del piano, han
creado un acogedor bar con mostrador de zinc y sillas bistrot, han recurrido
a sofás Chesterfield y acabados metálicos en el hall, han conservado la chimenea
original de la biblioteca, y han incorporado el amarillo aquí y allá, un color muy
popular en los años 20.
La zona de recepción
cuenta con estanterías de laca roja, inspiradas en las farmacias de entonces, y
la estructura del ascensor pertenece a un edificio francés de la época. A todo
ello se ha añade cierto toque industrial, como los techos de madera y ladrillo
o las lámparas de metal, también presentes en sus habitaciones, bares y
restaurantes.
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