Los huéspedes de sus cinco relajantes habitaciones pueden disfrutar plácidamente de su reducto personal y del resto del hotel: un acogedor salón con bar y chimenea, un encantador comedor, un patio rebosante de jazmines, un jardín con hamacas y piscina…
En Aldeallana se han propuesto que el cliente siempre se sienta a gusto y aproveche al máximo la experiencia de este peculiar cobijo. Por eso, además de servirle un cuidado desayuno, también ofrecen una amplia biblioteca en varios idiomas, bicicletas, juegos de mesa, un honesty bar para que se sirva una copa cuando le apetezca, y picnics, almuerzos o cenas para saborear en el interior o en pleno campo.
Se trata, por tanto, de un lugar ideal para poner entre paréntesis al coronavirus, apreciar la paz de la naturaleza, dormir relajado y despertarse con el trino de los pájaros, o sestear simplemente con un buen libro. Sin embargo, para los más activos, también es posible realizar rutas a pie o a caballo por los alrededores, visitar pueblos cercanos, practicar el vuelo sin motor, jugar al golf o descubrir excelentes restaurantes a pocos kilómetros.
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