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Se ubica en una ladera de la Alhambra, mirando a la Vega y a Sierra Nevada, en el límite de lo que fue la ciudad medieval judía (hoy, el Realejo). Su primitiva función, la de ‘alcubilla’, era la de facilitar en el siglo XIX la distribución del agua de riego procedente de la Acequia Real de la Alhambra en este barrio.
Se ubica en una ladera de la Alhambra, mirando a la Vega y a Sierra Nevada, en el límite de lo que fue la ciudad medieval judía (hoy, el Realejo). Su primitiva función, la de ‘alcubilla’, era la de facilitar en el siglo XIX la distribución del agua de riego procedente de la Acequia Real de la Alhambra en este barrio.
Hoy, su jardín con pilares de agua y bancales exhibe diversas estancias, desde un templete de columnas toscanas recubierto por una frondosa glicinia hasta una zona empedrada con naranjos y limoneros, pasando por la imponente silueta de un ciprés centenario protagonista de un paisaje de Sorolla de 1910.
Sus siete habitaciones (algunas con terraza privada) se reparten en tres plantas y una torre; llevan nombres tan sugerentes como Santo Domingo, La Glicinia, La Buganvilla, El Campo, El Ciprés, La Palmera y La Torre; y regalan vistas espectaculares de los alrededores.
La decoración se ha cuidado especialmente tratando de que prevalezca el carácter singular del “carmen” por encima del de un alojamiento convencional. Por eso se ha recurrido a muebles y objetos centenarios pertenecientes a la familia propietaria, pero tratados desde una perspectiva actual para crear un ambiente acogedor y alegre.
En el exterior, el mágico jardín nos envuelve con sus limoneros y naranjos, cipreses y buganvillas, adoquines trabajados, macetas de terracota… También dispone de una terraza, generalmente inundada de sol, para desayunar bajo las palmeras y junto a muros recubiertos de hiedra. En el interior, su precioso salón invita a la charla y la lectura distendida, junto a un honesty bar con servicio de té, café, vinos y licores.
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