El hotel más nuevo de Lisboa –y uno de los más encantadores- nos recibe en el
barrio más antiguo de la cuidad, Alfama, donde nació el melancólico fado que aún resuena por su laberinto de estrechas callejuelas y desde donde se divisan los tejados más nostálgicos de la reina del Tajo.
¡Cómo admiro a Heleen Uitenbroek! Esta holandesa enamorada de Lisboa decidió hace varios años adquirir el
Palacio de los Castro, del siglo XV, que durante el XX se había transformado en una fábrica textil, y que más tarde había sido abandonado, para transformarlo en un hotel muy especial de cinco estrellas. Tras invertir varios millones de euros y seis años de trabajo codo a codo con el arquitecto Luís Rebelo de Andrade y el Ministerio de Cultura, el hotel
Santiago de Alfama ya es hoy una nueva realidad, aunque se han preservado las paredes externas e internas y hasta la distribución original del edificio.
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| LA MAJESTUOSA ENTRADA AL HOTEL |
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| COLORES LIMPIOS Y OPTIMISTAS |
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| BAÑERAS EXENTAS SOBRE AZULEJOS |
Su ubicación no puede ser más privilegiada, justo encima del Mirador de Santa Lucía, a pocos minutos del Castillo de San Jorge, con vistas de tarjeta postal sobre las casas y los tejados de Alfama –con sus nidos de golondrinas- y el Tajo como telón de fondo. Sus 6 suites y 13 habitaciones son delicados reductos de autenticidad, revestidas de azules pavo real, dorados apagados, beiges terrosos y blancos rotos, con camas de ensueño, cálidos cuartos de baño con productos Claus Porto, vistas sublimes, obras de arte de Sandra Baia…
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| DERROCHE DE METROS CUADRADOS |
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| CUARTOS DE BAÑO ULTRA PRÁCTICOS |
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| LUZ A RAUDALES |
Su restaurante “La Fábrica de Santiago” –a cargo del chef Carlos Robalo- invita a un viaje gastronómico original por la cocina tradicional portuguesa (el cabrito asado, el ceviche de mero y el risotto cremoso de sepia quitan el sentido…), mientras que su Café Audrey ofrece por las mañanas exquisitos desayunos a la carta, y su Bar Manny resulta apetecible a cualquier hora. En el buen tiempo, resulta fantástico utilizar la calle empedrada delantera del hotel para tomar el té de la tarde, pedir una copa o cenar al aire libre con el sonido de fondo de un fado o una bossa nova.
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| CON TOQUES NOSTÁLGICOS |
Y para las mujeres, dos guiños simpáticos: el delicioso Beauty Bar de Madame Bollinger, inspirado en un salón de belleza de los años 50, para que podamos recibir tratamientos faciales y corporales masajes, pintarnos las uñas, peinarnos, maquillarnos… mientras degustamos un cóctel. Y una tienda que reúne algunas de mis marcas portuguesas favoritas, como Claus Porto, Vista Alegre, Alma y Coração.
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| LOS PRODUCTOS DE CLAUS PORTO, IRRESISTIBLES... |
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