El empresario Miguel Conde Moragues y su mujer, la arquitecta
Cristina Martí Crespi, han rehabilitado
tres edificios antiguos en el casco histórico de Palma para reconvertirlos en hoteles.
Can Cera, Can Alomar y Calatrava son ahora tres luxury boutiques con tanta clase que jamás
pasarán de moda.
Dentro de la muralla de Palma, entre la plaza de Santa Eulalia y
la de San Francisco, ocupa un edificio con más de 700 años de historia.
Lógicamente ha pasado por diversas manos y sucesivas reformas, como la que se
produjo en el siglo XVII, cuando se le dotó de un patio por la influencia de la arquitectura
italiana del Renacimiento, un apacible patio con arcadas y plantas que hoy recibe a los huéspedes junto a la entrada.
Subiendo por una gran escalera de mármol, se entra en un
espacio sorprendente y acogedor, que ha respetado mucho de la antigua distribución y ha
sido decorado con muebles de época y una colección de pintura contemporánea.
Sus 14 habitaciones son todas diferentes, pero dentro de un mismo estilo, con
grandes camas de estilo mallorquín y vestidores/cuartos de baño amplios y modernos.
El hotel dispone además de varios salones, una terraza en la azotea, un spa y un
gastrobar para degustar platos muy originales. ¿Mis recomendaciones? La coca de
verduritas con sardinillas; el trampó mallorquín con atún al vinagre de sidra;
los tacos de salmón ahumado con mostaza de eneldo, mantequilla y pane carasatu;
los muslitos de codorniz con cebolla al vino… y el sorbete de mandarinas de
Sóller como “fin de fiesta”.
CAN ALOMAR
En el romántico y arbolado bulevar del Paseo del Borne,
ocupa una antigua casa señorial urbana, construida a mediados del siglo XV. En
sus orígenes fue conocida como Can Thomás des Predís des Born, el nombre de sus
primeros propietarios, una próspera e influyente familia mallorquina de
mercaderes de la Edad Media. La casa alcanzó su máximo esplendor durante los
siglos XVI y XVII, cuando se realizaron sucesivas reformas para adaptarla a los
gustos arquitectónicos de la época. El edificio actual es de estilo neogótico,
aunque conserva evocaciones renacentistas, como las de sus grandiosas fachadas.
Sus 16 suites y habitaciones también combinan diseño
actual y muebles de época, a las que se añaden un elegante salón con dos
terrazas sobre el Paseo del Borne, una biblioteca, una terraza solárium (que
dispone de zona de masajes, hamacas y pequeña piscina con jacuzzi), un mirador
en el torreón y un excelente restaurante, De Tokio a Lima, que fusiona la cocina
japonesa, peruana y mediterránea.
¿Platos que no te puedes perder? La crema fría de almendras con tartar de bogavante y aroma
de lima; el pulpo asado sobre patató mallorquín y pimentón de La Vera picante;
el atún glaseado con salsa de soja, wasabi, algas y verduras de temporada… y la
tarta cremosa de limones de Sóller.
www.boutiquehotelcalatrava.com
El barrio de Sa Calatrava, uno de los más antiguos de la ciudad, recibe su nombre de la Orden de Calatrava. Se construyó entre los siglos XIII y XIV y está edificado, en gran parte, sobre las antiguas murallas de Palma. A escasos metros de la Catedral y el Palacio de la Almudaina, entre las callejuelas de la primitiva ciudad árabe y la antigua judería, sobresalen monumentos únicos, como la iglesia barroca de Montesión, el convento de Santa Clara o la iglesia de Santa Fe.
El hotel está emplazado en una casa del siglo XIX de esta
singular zona, que el equipo de Cristina Martí Crespi ha dotado de 16
habitaciones -muchas con magníficas vistas a la bahía de Palma y al Parque del
Mar-, un relajante salón, una terraza solárium, un spa y el espacio Gastro-Gourmet
con tienda y zona de restauración de “recetas tradicionales”: ensalada de
garbanzos estilo Calatrava, espinacas salteadas con pasas y piñones, picapica
de sepia, costillas de ibérico con salsa de miel mostaza y cerveza, gató mallorquín
con helado de almendras…El barrio de Sa Calatrava, uno de los más antiguos de la ciudad, recibe su nombre de la Orden de Calatrava. Se construyó entre los siglos XIII y XIV y está edificado, en gran parte, sobre las antiguas murallas de Palma. A escasos metros de la Catedral y el Palacio de la Almudaina, entre las callejuelas de la primitiva ciudad árabe y la antigua judería, sobresalen monumentos únicos, como la iglesia barroca de Montesión, el convento de Santa Clara o la iglesia de Santa Fe.
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