Desde su apertura en 1912, el hotel Maria Cristina siempre
ha estado ligado a la vida de San Sebastián. Se refleja en el río Urumea y es el espejo del estilo cosmopolita de la ciudad... Mi parada obligada aunque nunca he estado alojada en él.
Me gusta a la luz del día, elegante y majestuoso, con su
fachada de piedra arenisca cincelada desde hace más de cien años, y cuando se
hace de noche, iluminado levemente. Me voy (con la mente) a finales del siglo XIX, cuando San
Sebastián pasó de ser un pueblo de pescadores a una próspera y atractiva ciudad, y buscó su fuente de inspiración en Francia: los jardines de la Plaza de
Guipúzcoa, de Pierre Ducasse, o el Gran Casino Kursaal, de Bluyssen, son otros
ejemplos de ese gusto afrancesado.
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Imágenes imborrables |
Para el diseño de este nuevo hotel se recurrió entonces al
arquitecto parisino Charles Mewes, autor de los Ritz de Londres y Madrid, que
junto a Francisco de Urcola Lazcanotegui consiguió convertirlo inmediatamente
en el alojamiento favorito de la realeza, aristocracia y alta sociedad
internacional de la época. Desde que la reina María Cristina traspasara oficialmente su
umbral el 9 de julio de 1912, prácticamente todos los grandes de este mundo han
dormido en sus habitaciones. Todavía se recuerda a Mata Hari y Coco Chanel en
los dulces años de la Belle Époque; se desea olvidar cómo en 1936 hubo aquí
enfrentamientos entre nacionales y republicanos (todavía se conservan
los impactos de las balas); y cada año se revive su desfile de estrellas con ocasión
del Festival de Cine.
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El anagrama del hotel en las maderas barnizadas |
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Retratos del XIX por las paredes |
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Arañas centenarias en los techos |
Hoy, la leyenda continúa. Cada vez que atravieso su entrada me
siento atrapada por el lujoso interior: altísimas columnas, retratos
impresionistas del siglo XIX, brocados de seda, imponentes candelabros,
profundas alfombras… Nos tomamos un café
en uno de los salones –elegimos un sillón engalanado con la cresta del
hotel en hilo dorado- y consultamos el Diario Vasco para informarnos de las
mareas. Hace un día espléndido y hay que aprovechar la playa.
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El hall |
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La Belle Epoque permanece en sus salones |
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Rincones con iluminación acogedora |
Me asomo al restaurante Easo, donde los huéspedes
toman cada día el desayuno. Enormes columnas rematadas con capiteles corintios
dorados apoyan un techo de doble altura, junto a las yeserías con efigies y
guirnaldas de flores de las paredes, e inmensas puertas francesas con cortinas
de damasco. Su carta incluye fruta fresca, quesos vascos, salmón ahumado, una
amplia variedad de platos fríos y, para los clientes asiáticos, hasta sopa
congee. Todos los panes, pasteles y pastas de frutas se han cocido en el horno
del hotel esta mañana. Huele maravillosamente.
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A la hora del desayuno... |
Por la tarde-noche quedamos con amigos en el Bar Dry,
también creado como homenaje al glamour de antaño. Está presidido por un
retrato de Bette Davis, personaje inolvidable que salió de este hotel en
ambulancia para fallecer a los pocos días en París. Este espacio combina ahora
modernidad y tradición para poder degustar a cualquier hora tapas locales y
sofisticados tentempiés acompañados de los cócteles y combinados de Javier de
Las Muelas.
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Los azules intensos predominan en el interior... |
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... y el blanco y negro en el exterior |
De la carta de este verano pudimos probar el ceviche de salmón con langostinos, mango fresco y cilantro; el gazpacho de cereza; el ajoblanco de coco; la sardina marinada con piña y mostaza; y la hamburguesa Maricris. ¡Espectaculares! Y degustamos -con moderación- el Thousand Nights (ron Seven Tiki, anís estrellado, cardamomo verde, zumo de lima, azúcar de caña, Grand Marnier, maracuyá fresco), el Celebrity (Chambord, manzanilla, oro comestible, Mahou 5 estrellas) y el The Last Cocktail (ginebra, infusión de romero, coulis de pera, zumo de limón y vino espumoso).
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Fotografía de Marlene Dietrich |
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Bette Davis en el hotel María Critina |
Otra opción puede ser almorzar o cenar en el Café Saigón, con entrada exterior y
desde el hall del hotel, un espacio único con vistas privilegiadas al Teatro
Victoria Eugenia. Tejidos naturales, tapices artesanos y porcelanas ocupan los
rincones de este restaurante que propone una refinada carta asiática. ¿Mis
recomendaciones? Los rollitos crujientes de langostinos con mango y albahaca;
dimsum de pollo de corral con aroma de trufa; lomo de lubina al lemon grass y
curry; y los cangrejitos fritos “soft shell crab” en tempura.
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Luces tamizadas en el Café Saigón |
La oferta gastronómica del hotel María Cristina continúa con
sus diversas clases de cocina y sumellería -que ofrece en colaboración con San Sebastian Food en un magnífico espacio de 500 metros cuadrados- y con su tienda
gourmet, de la que siempre me traigo polvo de pimientos de Espelette, caviar de aceite
de oliva y un kit para hacer los pinchos Gilda. De sus 107 habitaciones y 29 suites todavía no puedo opinar. Tengo que contentarme con las fotografías.
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Las habitaciones se decantan por los grises, cremas y púrpuras... |
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... y las suites por los verdes y berenjenas |
Hotel María Cristina
Paseo República Argentina, 4
20004 San Sebastián
Tel: + (34) 943 437 600
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