En España tenemos bastantes hoteles enclavados en antiguos molinos para vivir una experiencia de alojamiento diferente, pero muy pocos tan originales y bucólicos como estos.
VIEJO
MOLINO CELA (León)
Su historia es fascinante. En 1850, el político leonés Andrés Rodríguez de Cela heredó este antiguo
molino del siglo XVII, lo que se le sirvió para retirarse de la política y
dedicarse a las finanzas. Para ello, reformó una parte del edificio y estableció allí uno de los
primeros bancos de la provincia, como todavía reflejan su ventanilla con rejas
de hierro forjado, el sistema de defensa a base de troneras que controla el
camino, los compartimentos estancos con robustas puertas de madera por el interior de toda la
vivienda, las distintas trampas y tornos, o el “bunker” de hierro del desván.
Una
sobrina suya, Emilia, también muy emprendedora, fue la que lo heredó posteriormente
y la que instaló a principios del siglo XX una central hidroeléctrica que daba
luz a doce pueblos.
 |
Ha sido banco y central eléctrica |
Actualmente,
en manos de la misma familia, es un hotel concebido para los espíritus
sensibles y artísticos. El agua del río Tuerto (afluente del Órbigo) delimita esta
finca de cinco hectáreas y hace de ella una auténtica isla, un remanso para dar
paseos en atardeceres llenos de luz y color, observar de noche las
constelaciones, prestar atención al canto de los ruiseñores, las ranas y los
grillos, quedarse embobado frente a su estanque de nenúfares… El edificio
está escrupulosamente rehabilitado, pero con toques nostálgicos y un espíritu
creativo muy particular.
Sus originales estancias no se encuentran en
los hoteles rurales al uso, ni tampoco las seis habitaciones, románticas a más
no poder, con sus suelos de madera, bañeras romanas o antiguas de hierro, muros
trenzados de paja… Mi preferida es la número 7, con techos altísimos, chimenea
de leña, una ventana para poder contemplar la luna desde la cama y un patio
privado junto al río.
 |
Habitaciones románticas con vistas al río |
 |
Siempre encontrarás una "chaise longue" junto a la bañera |
 |
Rincón de aseo en otra de las habitaciones |
Hasta hace
unos años, Gerard Sieverts trabajaba con éxito en el sector bancario y su
mujer Madeline Goedkoop, como
headhunter. Pero tras el nacimiento de su hijo Folkert y de su hija Clementine,
este matrimonio holandés decidió dejar aparcadas sus brillantes carreras
profesionales e iniciar una nueva vida en el país que adoraban: España.
De esta forma adquirieron en 2007 un antiguo molino de agua junto al río
Grande, y en 2009 abandonaron el centro de la ciudad de Haarlem y se
trasladaron al corazón profundo de Andalucía.
 |
La familia al completo |
 |
El molino, frente a los campos de olivos y naranjos |
Ahora, no hay
nada que más les guste que dar a la bienvenida a sus huéspedes, especialmente
si llegan con niños, para que jueguen con los suyos en el río, naden en la
piscina, busquen tortugas, vayan a tomarse un helado a la Venta Gallardo de
Pedro (de un amigo), o cojan naranjas y aceitunas de las huertas de sus vecinos.
 |
Folkert y Clementine con unos pequeños huéspedes |
 |
Rincones apacibles en su jardín |
 |
A la sombra de las lilas |
Cerca del Parque
Natural de la Sierra de las Nieves y de los pintorescos pueblos blancos de
Guaro y Tolox, el hotel tan sólo dista 45 minutos en coche del aeropuerto de
Málaga y 25 minutos de Marbella. Sin embargo, al llegar, entramos en otro mundo… Sigue las pautas del estilo típico andaluz con algunos toques contemporáneos y mucha sencillez: un patio central con
canales y fuente, seis amplias habitaciones con maravillosas vistas de paisajes
campestres, un jardín arbolado con terrazas y piscina, un honesty bar y un comedor.
 |
Cabeceros modernos y mesillas antiguas |
 |
Ventanas rústicas hacia los jardines |
 |
El divertido bar para que cada uno se ponga lo que quiera |
 |
Mesas al aire libre... siempre que se puede |
Este antiguo
y pequeño molino de agua de finales del siglo XVII ha sido cuidadosamente rehabilitado según los cánones
de la arquitectura tradicional abulense; es decir, recurriendo a mucha forja, barro y
piedra. Está situado en plena naturaleza, junto al río Voltoya, a tres
kilómetros de Tolbaños, y rodeado por un maravilloso bosque de encinas. Es el escenario
ideal para desconectar de verdad.
 |
Flores silvestres junto al río |
 |
El murmullo del agua, siempre presente |
 |
Viejo portón para acceder a una de las habitaciones |
Abrimos la
puerta y nos encontramos un salón con chimenea, con zonas acristaladas que permiten ver pasar el agua bajo nuestros pies, una biblioteca, tres habitaciones ultra
acogedoras que llevan los nombres de “primavera”, “verano” e “invierno”, y, cómo no, a sus
propietarios, Javier y Mª Teresa, perfectos anfitriones.
 |
El salón y zona de estar con chimenea encendida en invierno |
 |
Decoración ligera y campestre en las habitaciones |
 |
Madera, silencio y mucha luz |
 |
Javier y Mª Teresa desvelan los mejores planes de la zona |
No hay comentarios:
Publicar un comentario