A un tiro de piedra de Jaraíz de la Vera, sus interiores de ensueño y su entorno natural único –entre plantaciones de olivos y árboles frutales con vistas a la sierra de Gredos y al monasterio de Yuste- hacen de este pequeño hotel el retiro soñado en el campo.
El Cottage (para 4 personas), rodeado de olivos y árboles
frutales, acoge entre sus muros de piedra dos habitaciones dobles, un cuarto de
baño, salón con chimenea, cocina-comedor, porche, patio ajardinado con fuente y
jardín con alberca.
Por su parte, la Habitación del Cerezo, con vistas al jardín
y la piscina que comparte con la Habitación del Castaño, cuenta con salón con
chimenea, además
de una fresca decoración que gira en torno a sus estucos en cal y yeso. La
última destaca por su disposición a dos alturas y su chimenea a dos caras entre
la habitación y el salón. Una delicia…

Todas estas estancias se benefician además del uso de La
Casita, con una nevera y alacena para prepararse algo fresco, y de la Casa
Principal, donde se sirven el buffet de desayunos (con una gran variedad de
panes, huevos, bollería, aceites de cosecha propia, mermeladas caseras…) y cenas
privadas por encargo. Todo ello en un elegante espacio compuesto por salones en
dos alturas y una terraza con vistas espectaculares a la Sierra de Gredos y al monasterio
de Yuste.
Todo este prodigio decorativo se debe en buena parte al proyecto
del arquitecto Alfonso Monteagudo, que ha sabido mantener la estructura original y recuperar materiales
que han dado como resultado un entorno acogedor de inspiración campestre:
discreta gama de neutros en las paredes estucadas, techos en hormigón y con
madera vista, suelos de cemento, muebles de obra y de madera, piezas traídas de
diferentes partes del mundo y rescatadas de anticuarios… La mano de su
propietaria, Soledad Pidal, también se nota en multitud de detalles que hacen de
este lugar un remanso de paz, encanto y armonía.
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