Su curioso nombre procede del árabe “Xuquer”, término con el que los moriscos denominaban al río Júcar, y que traducido al castellano quiere decir algo así como “devastador”, en alusión a la fuerza de las aguas que fluyen por su caudal.
Entramos en este universo tan especial y descubrimos 8 suites-cuevas que recuerdan con su pétrea coraza la forma de vida tradicional de la Manchuela, todas absolutamente diferentes y en las que conviven elementos antiguos y modernos sin molestarse lo más mínimo.
En este recóndito refugio impera además una cierta obsesión por los pequeños detalles y una filosofía “eco & slow” que empuja a desconectar de la rutina y relajarse en un escenario mágico en completa simbiosis con el entorno.
Desde el punto de vista decorativo sorprenden sus contrastes, coloristas y espontáneos, al estilo de sus jóvenes promotores, Fernando Monteagudo y Victor Pinedo, que han incorporado elementos originales y eclécticos en los dormitorios, zonas de estar, baños, cocinas y zonas comunes.
También nos atrapan las chimeneas, los techos de madera original, los jacuzzis interiores, las terrazas con mini-piscina exterior; todas esas oquedades de la montaña repletas de objetos de buen gusto; y el pequeño guiño que se hace a la tecnología (acceso gratuito a internet, app para realizar rutas de senderismo, ciclismo o ver puntos de interés, tv de 42 pulgadas, cafetera Nespresso…).
En los alrededores sobran además los atractivos turísticos. No conviene perderse las localidades albaceteñas de Jorquera, Alcalá del Júcar, Villatoya o Carcelén, ni dejar de vagabundear por las carreteras regionales que llevan hacia Cuenca y Valencia. U optar, simplemente, por sumergirse en la belleza natural de la zona, donde convive el Júcar con impresionantes cañones y bosques de sabinas, pinos y encinas.
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