15 julio 2014

Hotel Jardí de Ses Bruixes: Con hechizo en Menorca

Las tonalidades ocres y turquesas impregnan este hotelito de tan sólo ocho habitaciones, relajante, acogedor y de atmósfera muy mediterránea en el casco antiguo de Mahón.    

Hotel Jardí de Ses Bruixes



Me encantan los hoteles que son, como éste, el resultado de un sueño muchos años perseguido. En esta ocasión se trata del de Anja Sánchez Rodrigo y Nando Pons Vidal, que han convertido su despacho de arquitectura en un alojamiento mimado y original. El hotel Jardí de Ses Bruixes abre así sus puertas en el casco antiguo de Mahón, en una antigua casa señorial construida en 1812, reformada un siglo después por el primer arquitecto modernista menorquín, Francesc Femenías, y rehabilitada ahora con enorme gusto respetando su estructura original. De hecho, el nombre elegido para el establecimiento, mágico y evocador, está dedicado a las esporas del diente de león que se soplan en la isla para hacerlas volar con un deseo.

Hotel Jardí de Ses Bruixes

Las ocho habitaciones –algunas con terraza privada, otras abuhardilladas, y otras de estilo loft - incorporan cama king size (o dos individuales bajo petición), chimenea, servicio de té, cosméticos ecológicos, tv con pantalla plana, acceso wifi gratuito… Muy mediterráneas y depuradas, aportan ese plus de lujo informal que tanto se agradece en un destino de sol y mar.

Hotel Jardí de Ses Bruixes

Hotel Jardí de Ses Bruixes

Hotel Jardí de Ses Bruixes

Hotel Jardí de Ses Bruixes

En la planta baja sorprenden un gran salón-biblioteca con chimenea y un patio ajardinado con naranjos en el que se puede desayunar a cualquier hora (ofrece la opción del menorquín, el saludable y el continental); picar algún plato exquisito a la hora del almuerzo o la cena (ensalada de higos, jamón ibérico y parmesano; croquetas de setas y queso de Mahón; esqueizada de bacalao, olivada y tomate...); acompañar una bebida refrescante con tartas caseras; o simplemente tomarse una copa en una de sus veladas musicales.   

En la azotea se ubican el solárium con hamacas y el acceso al mirador de la torre, que antaño se usaba para vigilar la entrada y salida de los barcos mercantes del puerto y que hoy permite disfrutar de vistas espectaculares sobre la ciudad. 


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